“Así vivió Rafael Barrett en Yabebyry”. (Ensayo). Por Camilo Cantero.


“Así vivió Rafael Barrett en Yabebyry”.
Por Camilo Javier Cantero C.
2010.

PRESENTACIÓN.

            La historia de nuestra patria se encuentra signada por momentos de gloria y desaciertos. La República fue pasando etapas para finalmente desencadenar en éste proceso histórico actual. El odio y rencor en innumerables ocasiones fueron propiciados por los detentores circunstanciales del poder en perjuicio de hombres ilustres, quienes con su prolífica tarea se ganaron el respeto de propios y extraños.
            Uno de ellos fue Rafael Barret. El Maestro. Aquel español venido a nuestra patria por circunstancias hoy conocidas, pero que finalmente desencadenaron en que su paso por nuestro territorio no haya pasado desapercibido y sanamente nos intime a las generaciones actuales, a rescatar su legado, para - como lo dijera Augusto Roa Bastos-, contribuir desde un punto de vista insoslayable los problemas sociales y culturales de base que afronta ésta colectividad y por extensión, los del sector de la cuenca del Plata.
            El presente ensayo se centra principalmente al sitio histórico que él eligió para ingresar subrepticia y clandestinamente a nuestro país, de manera a proseguir su lucha, combatiendo ya en ese momento de su vida, la enfermedad que lo aquejaba y las injusticias sociales que a través de sus escritos desnudaba.
            Nos abocamos de la vivencia de Rafael Barret en Yabebyry Misiones. En Laguna Porä. , nombre toponímico con el cual se conoce toda la zona y que inspiró a su concuñado el Dr. Alejandro Audivert para denominar con el mismo nombre la Estancia de su propiedad. En ese sitio, donde aún hoy el verdor de la naturaleza se confunde con el sudor de los hombres de campo, en ese mismo lugar, abandonado a su suerte, se ocultó “El Maestro” desde marzo de 1909 hasta febrero de 1910. Es el sitio donde a pesar de las circunstancias pudo coronar su más prolífica obra intelectual. Donde se reencontró con su esposa Francisca López Maíz y su hijo Alex, para luego de un año trasladarse hasta San Bernardino. El lugar que la tradición oral dejó marcada con una incuestionable denominación: “Barret Kué”.
            Su vivencia en la población rural, su creación literaria y el legado histórico que nos otorgó a través de su brillante pluma, en una zona donde gran parte de lo “que ha visto Barret” aún permanece intacta, como si el tiempo se hubiese detenido en aquel lejano paraje del sur de Paraguay, regado por las aguas del Río Paraná y donde aún, -a pesar de la cacería del hombre- a la noche se pueden oír el rugir de los animales salvajes, que desde la inmensidad de la selva se unen al canto de la resistencia de la naturaleza a los constantes atropellos que sufre.
            Su paso por Yabebyry fue un soplo de aliento para su lucha contra su enfermedad. Fue un oasis en medio del ostracismo que templó su espíritu crítico basado en la cuestión social. El lugar del reencuentro íntimo, de la luz de esperanza representado por el pequeño Alex y donde se expresó su voluntad de enterrado a la vera de la planta de un naranjo, que hasta la fecha se mantiene incólume a pesar de los matorrales que lo rodea y del abandono del específico lugar donde reposaba el escritor.
            Laguna Porä, más que un paso en su vida, es el sitio donde volvió a nacer. Por donde reingresó a la patria que adoptó como suya. Paraje desolado, aislado, inhóspito y desconocido para muchos, aún hoy a pesar de todos los avances, sigue manteniéndose casi en forma igual al de hace un siglo atrás y que debe ser reivindicado por ésta generación al cumplirse un siglo de la partida del Gran Rafael Barret.

                                               CONTENIDO:
            La presencia de Rafael Barret en Yabebyry es un pasaje de su historia de vida que debemos reivindicar. No solo como componente de la sociedad misionera y como un grito contra el aislamiento, la soledad y el marginamiento que hasta hoy sufre esa zona geográfica de nuestra patria, sino por el significado emotivo que nos proyecta la valiente decisión del Maestro, quien decide volver a la patria donde se encontraba su esposa e hijo, ingresar clandestinamente y volver a enarbolar su bandera de lucha con el espíritu combativo que lo caracterizaba.
            Pero ¿cómo habrá llegado Barret hasta ese lejano paraje conocido como Laguna Porä en una Estancia del mismo nombre hasta donde incluso en la actualidad el acceso se hace difícil?
            En el presente ensayo, vamos acercarnos a este capítulo de su vida, respaldado por datos proporcionados por sus innumerables estudiosos, testimonios orales, documentos de instituciones de Yabebyry como Actas del Juzgado de Paz, la única fotografía en blanco y negro al que pudimos acceder y por el contorno responden a las características del lugar, como tantos otros elementos que cooperan para llegar a una conclusión congruente y coherente con nuestro planteamiento.
            Rafael Barret estuvo por esos lares entre el 9 de marzo de 1909 hasta el 21 de febrero de 1910. El sitio hoy la tradición oral lo inmortaliza como “Barret Cue”.
            Pero Laguna Porä era un lugar conocido previamente por Rafael Barret. Ello se desprende de la obra biográfica del Maestro, realizado por Vladimiro Muñoz, quien en la página 32 de su libro “Barret” aporta datos, acerca de la ubicación del sitio y el paso por el lugar del escritor con su amada, dos años antes de ingresar por dicha zona en forma clandestina.
            Laguna Porä no solamente se llama la estancia, sino toda la población rural que además aglutina otros establecimientos y está ubicado exactamente a 15 kms. de la compañía Panchito López ex Guardia Cue donde funciona el puerto por donde ingresara Barret. Se encuentra al este del casco urbano de Yabebyry, del cual dependen geográficamente y de cuyo centro urbano se halla ubicada 14 kms. al oeste, específicamente al lado derecho del camino de tierra que une Yabebyry Misiones con Laureles Ñeembucú.
            La Estancia Laguna Porä era de propiedad del Dr. Alejandro Audivert (1859 – 1969) concuñado de Barret, ya que estaba casado con Angelina López Maíz, hermana mayor de Francisca López Maíz, esposa de Barret y ambas sobrinas del Padre Fidel Maíz. Según el testimonio del Prof. Ignacio Brizuela, ex Juez de Paz de Yabebyry y sobrino de Angel Brizuela a quien se refiere Barret en uno de sus escritos, el lugar donde vivía el Maestro, quedó en la tradición oral con la denominación de “Barret Cue”.
            En el invierno de 1907, Barret, Panchita y el hijo de ambos Alejandro Rafael Barret López, “Alex” se fueron a conocer la Estancia Laguna Porä del tío de la criatura. El Maestro describía el acontecimiento diciendo: “sobre el césped estábamos sentados, a la sombra de dos altos laureles. De tiempo en tiempo, una leve bocanada de aire cálido se obstinaba en desprender el suave mechón rubio que tus dedos impacientes habían contenido. Nuestro primogénito jugaba a nuestros píes, incapaz de enderezar sobre los cuyos, carnecita redonda, sonrosada y tierna, pedazo de tu carne. ¡Oh, tus gritos de espanto cuando veías entre tus dientecitos el pétalo de alguna flor misteriosa!.
            El lugar es paradisiaco. La naturaleza que rodea el sitio, hasta donde nos fuimos y descubrimos la ubicación exacta donde según la tradición oral que perduró al paso del tiempo, se encontraba la antigua casa que cobijó al maestro, orienta un verdor excepcional. Ya Barret, se encargará describir su experiencia al escuchar la sinfonía que provenía del sonido de los animales, el verde follaje de las plantas, las aves y animales salvajes que merodeaban su vivienda, cargando de enigma, misticismo y magia aquel escenario que la Reina Natura brinda.
            El Maestro no ocultó su admiración por el lugar, cuando escribe a Panchita: “Este sitio está preñado de recuerdos tuyos. Aquí hemos sufrido y nos hemos amado. Tu corazón ha mirado estas aves cruzar el cielo; tus pies han pisado esta hierba, te escribo junto a la ventana donde venía la “cuca” (una gata) a llamar para que le abriéramos de madrugada”.
            “Barret Cue” tiene su encanto desde la mañana. Los viejos árboles bajo cuya sombra se cobijara el cuerpo humano del hombre se mantienen incólumes como una resistencia viva al paso del tiempo y a la desidia de quienes afirman rescatar la histórica figura del Maestro. El mismo que admirando el despertar el alba desde el horizonte esteño afirmara en uno de sus tantos escritos en el lugar:
            “Amanece!!!. Un suspiro de luz tiembla en el horizonte. Palidecen las estrellas resignadas. Las alas de los pájaros dormidos se estremecen y las castas flores abren su corazón perfumado, preparándose para su existencia de un día. La tierra sale poco a poco de las sombras del sueño”.
            Y como si la magia rodeara el lugar, ya sea a la puesta, como también a la entrada del sol, Barret se movilizaba con el mejor medio de transporte individual de aquel tiempo y hasta la fecha en aquellos parajes: a caballo. Al describir el ocaso del día, escribía: “Cuántas tardes dejando a mi caballo llevarme a su gusto por las soledades del campo, he saciado mis ojos en la inmensa llanura ondulada y en su río – mar donde se estremecían, hechos diamantes, ópalos y rubíes, los fantásticos tonos de un sublime ocaso”.
            El Maestro vivía “una vida al aire libre y a libre luz, en contacto íntimo y constante con una naturaleza grandiosa y delicada a la vez, que perfecciona los sentidos, robustece y aguza la memoria visual y ennoblece el alma. La cálida benignidad del clima suaviza las costumbres hacia horizontes de ensueño”.
            Es por ello que el presente ensayo es una reivindicación, no solo al Maestro, que desde ya no lo precisa, sino al sitio histórico que él mismo eligió para reingresar a la patria. La misma patria de cuyas entrañas nació su hijo Alex, la misma patria donde descubrió su vocación solidaria con las clases desprotegidas de la época, la misma patria donde él impulsó la literatura de alto contenido social.
            “Barret Cue” no es un sitio más dentro de los confines de la República. No es un lugar que debe quedar en el olvido. Ese error no podemos cometer en perjuicio de nuestra cultura y esencia como paraguayos. Porque fue el lugar escogido por El Maestro. Fue el lugar donde él pudo vencer por mucho tiempo los achaques de su enfermedad. Fue el sitio donde volvió a renacer para aportar mucho más que frías letras para toda una generación de compatriotas.
            Es decir, que en Yabebyry, en Laguna Porä, Rafael Barret se encontró consigo mismo. Se encontró con “el hombre”. Ello, lo reconoce cuando señala “Aislado, el hombre se vuelve hombre verdaderamente. Ante la paz de los campos y el silencio puro de las noches, cae de nuestros rostros crispados la mueca ciudadana”.
                                   LA VUELTA A LA PATRIA.
            Para volver a su patria recomendado por médicos montevideanos, Barret se embarcó el 28 de febrero de 1909 en el buque de vapor Guaraní. Llegó a Buenos Aires el 1 de marzo. De ahí vino a Corrientes donde se encontró con su cuñado José López Maíz y a la esposa de éste Adela. El primero le propone pasar una temporada en la Estancia Laguna Porä de Yabebyry Misiones, ingresando por Ita Ybate, llegando a la entonces Guardia Cue hoy Panchito López, para finalmente arribar a la Estancia Laguna Porä ubicado exactamente a 15 kms. del lugar.
            El 9 de marzo de 1909 Rafael Barret pisaba nuevamente territorio paraguayo. Cruzó desde Itá Ybate Corrientes Argentina a Guardia Cue hoy Panchito López en canoas que en aquel tiempo remaban seis personas y que hoy es propulsada a motor. Desafiando el Paraná ingresan en un brazo del Arroyo Yabebyry, previo paso por el Paranami. El sistema de traslado de personas sigue de la misma manera hasta la actualidad. Miles de compatriotas cruzan el país o vuelven a ella, los denominados por los lugareños como “días de paso”: los lunes, miércoles y viernes.
            “Heme pues de incógnito en ésta tierra paraguaya que tanto amo”, exclamó.
            No habrá tardado para llegar a la Estancia Laguna Porä. A caballo el trayecto se hace en una hora, a pie unas tres a cuatro. Barret decía: “Al venir de Guardia Cue ¡que hermosura!. Había dejado de llover, la naturaleza me ofreció su magnífica bienvenida en el esplendor de las aguas y de la selva. Al llegar a la Estancia se reencontró con su cuñado José López Maíz, a la vez Jefe Político de Yabebyry Misiones en aquel tiempo.
            Sobre su cuñado, el Maestro lo califica de “hermano. Somos dos viudos que se leen las cartas para consolarse. Cuando los deberes de su cargo le alejan de la estancia por dos o tres días, que triste y sólo en medio de ésta inmensidad”.
            La nueva etapa de su vida, lo motivaba a describir el contorno. Habla de gallinas, cambapopé, teyú guasu, cazadores de moscas, pájaros, cuadrúpedos salvajes y domésticos, el picaflor divino que viene, suspendido en su vuelvo frenético, a desflorar las madreselvas y a alegrar mi espíritu”.
            Miguel Angel Fernández, en la obra Rafael Barret. Germinal. Antología, afirma: “Fiel a su vocación y a sus convicciones libertarias, después de tres meses y medio en Montevideo decide volver al Paraguay a vivir confinado en una estancia de Yabebyry, inmerso en la naturaleza y la realidad campesina. Barrett, que, a raíz de su destierro, había sido invitado a hablar del Paraguay, y que se negó porque no quería «contribuir al descrédito de un país que tanto amo», y porque «los trapos sucios se lavan en casa», como le decía en una carta a Hérib Campos Cervera. Barrett, desde su confinamiento, levantará su voz para defenderlo cuando es ofendido gratuitamente desde un periódico de Corrientes (Argentina).
** Al cabo de un año se le permite radicarse en San Bernardino, a cincuenta y tantos kilómetros de Asunción. Desde allí colabora en El Nacional, un diario fundado ese mismo año de 1910. Y en sus páginas publica una nueva denuncia de las condiciones de vida en el campo bajo el título de «Lo que he visto», luego incorporado a El dolor paraguayo. En esta ocasión le salió al paso el doctor Manuel Domínguez, bajo el seudónimo de Juvenal, en un artículo titulado «Lo que Barrett no ha visto», donde afirmaba, poco más o menos, que Barrett veía la realidad con ojos de enfermo. Este contestó, dolido y exasperado, con un desgarrador «No mintáis».
            La primera carta que Barret envío a Panchita desde Laguna Porä data del 9 de marzo de 1909 decía: “Mi dulce señora: estoy en la estancia, pero es un secreto que me debes guardar. Para los demás estoy en el campo, en la Argentina, cerca de Itá Ybate provincia de Corrientes, Caa Cati o un punto por el estilo”.
            Describiendo su vida y contando a su esposa Francisca López Maíz en otra siguiente carta que data del 30 de marzo del mismo año, afirmaba que era “metódica, me levanto pronto, tomo cuatro vasos de leche recién ordeñada, como galleta o queso. Me tiendo en uno de los grandes sillones negros, leo o escribo perezosamente (un artículo para “La Razón” me ha llevado una semana), almuerzo (como al mediodía), sin piedad dos o tres huevos crudos, miel con caña, locro, mandioca, más leche y pollo o una lata de sardinas; la cena, igual, tras una merienda idéntica al desayuno, vivo completamente al aire libre; duermo en el corredor, entre los mil rumores misteriosos del campo y de la noche”.
            “Arrastro mi butaca de enfermo al ancho corredor, al amparo de las madreselvas; me tiendo con delicia y procuro no pensar en nada, lo que es muy saludable. Un centenar de gallinas picotean y escarban sin cesar la tierra; los gallos padecen la misma voracidad incoercible; olvidan su profesional arrogancia y hunden el pico. Esa gente no alza la cabeza sino cuando bebe; entonces miran hacia arriba con expresión religiosa”, agregaba Barret en la descripción del lugar.
            Sobre sus actividades en Laguna Porä reconocía que trabajaba solamente dos horas al día por recomendación médica. Aclara que hay leche recién ordeñada, huevos, queso y pan. Alaba a su cuñado “Pepe” tal como lo llamaba a José López Maiz. “Me cuida como un hermano, me da inyecciones de la Ricotina que me enviaron de Madrid”, indicaba.
            Barret a pesar de la situación política en que se encontraba, estaba maravillado por el lugar. Eso se desprende de lo que afirma a Peyrot. Le dice: “No tiene usted idea de lo salvaje que es esto. El paisaje imponente el agradaría mucho. Es la verdadera América, a veces aparecen tigres (yaguareté) por estos contornos”.
            El próximo encuentro con su familia ya estaba siendo coordinado, pero el Maestro quería prevenir posibles contagios a su amada y a su hijo. En otra correspondencia escrita en el histórico sitio, le pide a Panchita que sean razonables. Confiesa que su muerte es bastante probable, la enfermedad le iba avanzando. Que consulte con buenos médicos de Asunción para lograr la visita. Finalmente deja su intuición de amante y madre el asunto.
            Es en el mismo lugar donde Barret conoció a Panta. La misma a quien conoció y que no tiene apellido ni hogar. La misma Panta con sus rarezas y locuras. La que hace el locro a los peones. La que se quema en la cocina y acudía junto al maestro para que lo curara. Y que en ese instante sublime lo hizo comprender hasta qué punto es hermana suya, hasta que punto aparece en su ser, desnuda, vacilante, la débil chispa que ocultamos nosotros bajo máscaras inútiles.
            Laguna Porä es el mismo lugar donde el maestro oía las campanadas de una iglesia. Por la ubicación corresponde a la pequeña pero coqueta Iglesia de Panchito López, la compañía más cercana a la Estancia donde estaba confinado. Por la ubicación es perfectamente audible el trinar de las campanas desde el lugar. Ello ocurre hasta la actualidad. Estuvimos por el sitio. Subimos al campanario y la antigua campana que data de la época sigue en la cima del campanario que ya posee nueva construcción.
            Dicha antigua campana estaba ubicado, según el testimonio de Antonio Espinoza comerciante, 76 años, cuya vivienda se encuentra frente a la Iglesia en una torre de madera de unos quince a veinte metros de alto. Las características del lugar hace que el sonido de la misma se propague varios kilómetros. Coinciden con dicha versión, el actual encargado de la Iglesia Raúl Fretes y la pobladora Elena Alvarez, todos de Guardia Cue.
            Barret decía al respecto: “Todas las tardes oigo la campana de la iglesia del pueblo. Campanita humilde, cuerda con telarañas, iglesia pequeña y pobre, que por no tener nada ni tiene cura. Cuatro o seis mujeres siguen el mes de María por éstas tardes de sol y rezan y después de cerrar con llave la Iglesia sonora donde no hay nada que roba, regresan gravemente”.
            Pero la injusticia social de aquel tiempo y que perdura hasta la fecha, el Maestro no podía hacerlo pasar desapercibido. Ello incluso motivó un roce con Manuel Domínguez un año después. Por ello, ya en la presentación del ensayo hablábamos lo que el Maestro “Ha visto” en Yabebyry. Porque con sus artículos “Lo que he visto” y “No mintáis”, Barret reafirma la dureza de su pluma por la fuerza impuesta por quienes utilizan la razón y el espíritu crítico sobre las circunstancias de la sociedad donde vive.
            En Laguna Porä Yabebyry, inmortalizado por los lugareños con la descriptiva “Barret Cue” llegó al cénit de su producción literaria. Terminó “El Dolor Paraguayo”, “Moralidades Actuales”, Ello se prueba con la misiva enviada a su esposa Panchita el 2 de Junio de 1909.
            En 1907 durante su primera estadía en el lugar junto a Panchita y su hijo Alex escribió “Cartas Inocentes” donde habla de acontecimientos extraordinarios como inventar genios y que transmite un espíritu alegre, lúcido, juvenil incluso. Al pie del primer capítulo lo firma con “Laguna Porä, junio de 1907”. De hecho, la obra lo llevó más de un mes, por lo tanto, desde la tercera a la quinta carta lo firma en el mismo sitio pero ya al mes siguiente.
            Todos estos acontecimientos constituyen de suma importancia dentro del paso de Rafael Barret por éste rincón misionero. Sin embargo, un suceso que no podemos hacerlo pasar desapercibido constituye indudablemente la visita que recibiera en la Estancia Laguna Porä de su esposa Francisca López Maíz y su hijo Alex, luego de su ingreso en forma clandestina a la patria.
            Fue en Julio de 1909. Barret comentaba el hecho a su amigo Peyrot: “Con gran alegría le participo que tengo a mi nene conmigo y a mi querida compañera. Soy feliz, usted me comprende, verdad?”.
            Su esposa por su parte, afirmaba por aquel esperado encuentro. “Es de imaginarse mi dolor al llegar: Rafael estaba consumido, apenas le salía la voz y sus bellos ojos azules reflejaban el cansancio infinito. ¡Pero la alegría, el goce indescriptible que le embargó al comprobar que su hijo lo conocía!, al ver que Alex giraba a su alrededor alborozado pronunciando en su media lengua las palabras tan añoradas”. Una fotografía al que se pudo acceder y que data de la época, nos refleja al escritor posando frente a una planta de eucalipto. En la actualidad dichas plantas de eucalipto dan la bienvenida a los visitantes para acceder a “Barret Cue”.
            El Maestro Rafael Barret no pudo escapar a acontecimientos políticos ocurridos en la historia de la patria. La recordada “Revolución Cívico Militar de Laureles” lo tuvo como inesperado testigo. Es que la Estancia se encuentra casi a la mitad del trayecto entre Yabebyry y Laureles, específicamente para ser más descriptivos a 15 kms. al este del casco urbano de Yabebyry y 20 kms. antes de llegar a Laureles.
            “En el combate del próximo pueblo de Laureles cayeron cuarenta colorados. Su jefe, el caudillo A. Ramírez, un viejo cuyo arrojo conozco, se vino al galope sobre la guardia, él solo, con el cigarrillo en la boca y una bomba en el bolsillo. El centinela lo mató al tercer disparo. José Gil, el célebre cabecilla, aguarda a unas cuantas leguas más allá, tal vez con ametralladoras. Nuevos horrores nos amenazan, horrores muy heroicos, pero doblemente horrores, por lo salvajes y por lo inútiles”.
            Describía el paso de los alzados frente a la Estancia por donde cruza la ruta de tierra: “hace pocas noches, cruzaron cerca de la estancia donde resido las fuerzas revolucionarias paraguayas, que habían levantado el sitio de Laureles. Un grupo de jinetes se detuvo frente a mi puerta. Era el caudillo José Gill con su Estado Mayor”.
            “También asomó un comercio no incluido en la estadística: el de los animales arreados a diestra y siniestra. Las fugas al monte, las aldeas donde no quedan sino mujeres asustadas, no son novedad”.
            “Estamos en la guerra de montoneras metidos hasta el cuello, solos entre los bosques, donde a veces suenan tiros”.
            En el mismo escrito no pudo ignorar una persecución política del que tuvo conocimiento y que ocurrió en Yabebyry. Se trata de la circunstancia por el que atravesó Angel Brizuela. Líder comunitario no afín a las autoridades de turno de la época. Decía Barret: “Han tenido que emigrar nuevas víctimas: Angel Brizuela, que a consecuencias de chismes de un cuñado estuvo a punto de ser preso y pudo escapar; y un infeliz poblador de García, a quien el jefe impuso la fuga a Ita Ybate por no le conocían en el departamento”.
            El maestro se refería a la persecución contra el ciudadano Angel Brizuela. Pudimos hablar con su sobrino nieto, el Prof. Ignacio Brizuela, poblador actual del Barrio San Francisco de Yabebyry. El referido es el hermano de su abuelo Vicente. “La lucha de mis ascendientes por los derechos de los más humildes, les costó el destierro. El tío, tuvo que pasar a remo el Paraná que en ese tiempo tenía cinco kms. de ancho. Se escapó a la Argentina en 1909 y nunca volvió. Tenemos ramificaciones en Rosario Argentina que probablemente sean los descendientes de Angel Brizuela. Eso me contó una prima mía en Cerrito. Se llama “Mamincha”, nos comentó nuestro interlocutor.
            El Maestro seguía viviendo en Yabebyry. La comunidad rural Laguna Porä era testigo de sus andanzas. Para la escasa población de la época era el “español pirú”, según nos cuenta Edelmiro Gutiérrez, poblador del Barrio Mariscal López de Yabebyry y que cuenta en la actualidad con 84 años de edad. Nos contó que no llegó a conocer personalmente a Rafael Barret, pero sí a su hijo Alex. Con notable precisión, quizás es la última fuente humana que preserva a través de la tradición oral conocimientos que provienen de aquella época.
            Panchita López Maíz desde que llegó lo acompañó hasta el último momento en el lugar al Maestro. Ello se deduce al hecho que zarparon juntos cuando Barret decide trasladarse hasta San Bernardino. Es decir, desde julio de 1909 a febrero de 1910, pudieron hacer vida en común, con la alegría de la presencia del hijo de ambos Alex en el lugar.
            Es así, que el 21 de febrero de 1910 siguiendo el mismo trayecto por donde vino, es decir, desde Laguna Porä se trasladó a Guardia Cue, tomó la canoa paraguaya para cruzar por un brazo salir al caudaloso Paraná y cruzar al lado argentino, donde desde el puerto Ita Ybate zarpara a bordo del buque de vapor Asunción. Se alojaron en el camalote número 23.
            El Maestro le informaba a Peyrot lo siguiente: “Le escribo a bordo, en viaje a la Asunción. Voy a vivir en San Bernardino, precioso balneario próximo a la capital, con todos los recursos de una civilización que me ha faltado por completo, desde cerca de un año, en aquel imponente desierto del Paraná. Mi salud sigue muy delicada”.
            Así culminaba la presencia del Maestro Rafael Barret por Yabebyry Misiones Paraguay. Estancia Laguna Porä hoy inmortalizado por los lugareños a través de la tradición oral como “Barret Cue”. Ahí estuvo desde el 9 de marzo de 1909 hasta el 21 de febrero de 1910. Fueron exactamente 10 meses y 13 días de presencia por estos lares. La belleza de la naturaleza lo inspiró y he aquí donde tuvo su más prolífica creación literaria. La reina natura y el talento del Maestro pudieron más que la enfermedad que lo atacaba. Finalmente llegó a San Bernardino, pero queda en la retina de los yabebyryenses y misioneros en general, el paso de un gran hombre por éste olvidado espacio del territorio paraguayo.
            Y es ahí donde el presente ensayo también adquiere otra dimensión. Denunciar dicho olvido. El sitio donde se mantuvo oculto Rafael Barret se mantiene como hace cien años. Pasó un siglo y la desidia sigue igual. Ningún cartel, ningún indicador. Los niños y jóvenes de los establecimientos educativos de la zona lo ignoran completamente. Las autoridades están sencillamente en otra cosa. Solo unos cuantos románticos de siempre enarbolamos su legado, porque comprendemos cabalmente el significado del paso del hombre por ésta olvidada zona del país. Estamos en deuda con Rafael Barret, estamos en deuda con “El Dolor Paraguayo”. La vieja “Panta” sigue embriagada en su eterna y amorosa locura. El maestro le sigue restaurando las heridas. Los tigres continúan rugiendo por la noche. El cómplice Paraná baila su eterna danza elegante como invitando al Maestro a entrar y salir cuando quiera con la vieja canoa remada por seis fortachones compatriotas paraguayos. Panchita con su amor prodigioso vuelve a escuchar apenitas pero legible la voz del maestro que se apaga poco a poco. Alex sigue reviviéndolo. La tuberculosis avanza. El final se acerca. El país sigue igual.
            “Barret Cue” ahí está. Nos intima. Nos rebela. Nos demuestra la desidia. Nos indica con su presencia la deuda histórica que poseemos quienes estudiamos las lecciones de su ilustre huésped. Enarbola su belleza y con su complicidad silenciosa prosigue en su tarea de ocultar la figura del maestro entre sus matorrales. El viejo y polvoriento camino de arena sigue demostrando la desidia de las autoridades sobre éste pedazo de la patria que solo aparece en los mapas y una vaga como también errónea referencia que se mantuvo “confinado” en el lugar a Rafael Barret. Al mismo hombre que un geógrafo dijera un año antes: “La isla que ud. me indica no aparece en el mapa”.
            El maestro no estuvo confinado. Ingresó clandestinamente a la patria por el lugar. De motus propio, aunque recomendado por sus médicos de Montevideo para buscar un clima más benigno, decidió llegar hasta el sitio para acercarse a su amada Panchita y su adorable hijo Alex. Lo dice en innumerables escritos, donde afirma que “ella le hizo hombre” y a su hijo que lo hacía pasar momentos muy felices cuando lo veía jugar. “Juega con tierra y con piedras, imitando a los albañiles; juega a trabajar. La idea de ser útil germina en su tierno cerebro con alegría luminosa. ¿Por qué no trabajan los hombres, alegres y jugando, como trabajan los niños?”.
             Por todo ello, Misiones sigue con la herida sangrante, fruto de la enfermedad que finalmente llevó al maestro y parafraseando a José Concepción Ortiz Barrett fue el gran: “Ausente que perdimos de torpes y de ingratos [...] Barrett afilado por la muerte, la barba crecida y la frente inmensa”. IV, 334.
            Rafael Barret pidió ser enterrado en Yabebyry. Así lo hizo saber a su inseparable Panchita, quien confiesa el dolor que le ocasionó ver el estado de su amado en los primeros días del mes de julio de 1909 en Laguna Porä. Decía la dama: “Esa tarde me mostró con toda tranquilidad un árbol que había elegido, un hermoso naranjo a cuya sombra quería descansar en su tumba”.
            El deseo del maestro nunca pudo concretarse. De hecho, falleció el 17 de diciembre de 1910, a los treinta y cuatro años de edad. Su vida se apagó a las cuatro de la tarde, cuando era mediodía en Asunción y en Montevideo. Pierre Coste, de 47 años de edad y residente en Arcachón, fue quien hizo la declaración de la defunción de Barrett. En aquel momento, Yabebyry seguía con la soledad que Barret invitó llevar a conocer a Manuel Domínguez en “No mintáis”. Laguna Porä con el cántico de sus aves, el verdor de su follaje, el rugir de los animales de la selva, el polvo del camino vecinal que cruza de éste a oeste por su frente, sigue esperando la reivindicación de la memoria del maestro Rafael Barret.
            Es el mismo sitio donde parafraseando a Barret, “ha visto muchas cosas tristes”...
            Laguna Porä es el lugar donde el Maestro estuvo en contacto con la tierra. Esa misma tierra “que su fertilidad incoercible y salvaje, sofoca al hombre, que arroja una semilla y obtiene cien plantas diferentes y no sabe cuál es la suya”.
            También ha visto en el lugar, aquellos viejos caminos que abrió la tiranía devorada por la vegetación, desleídos por las inundaciones, borrados por el abandono.
            Es el lugar donde a cada paraguayo, libre dentro de una hoja de papel constitucional, es hoy un miserable prisionero de un palmo de tierra. Y conste que se trataba de la burguesía rural.
            En definitiva, es el lugar que debe ser reivindicado por ésta generación, en honor a las banderas de lucha enarboladas en medio de la selva por Rafael Barret. Es un espacio donde Misiones mantiene una herida sangrante que solamente va a curarse si se recupera el lugar donde estaba la casa en cuyos corredores disfrutaba del aire fresco el maestro. Por ello, que el centenario de la muerte del maestro nos sirva para renovar nuestro compromiso de lucha con la mejor herencia que nos dejó Barret: la fuerza de la pluma para luchar contra las diferencias sociales y así curar aquellos cuerpos enfermos y almas muertas que hasta hoy se observan por esos parajes.
                        BIBLIOGRAFÍA. Fuentes.
“Barret”. Vladimiro Muñoz. Ediciones Germinal. Asunción Montevideo.
“Rafael Barret”. Germinal. Antología. Edición de Miguel Angel Fernández. El Lector. Pág. 21.
“El dolor paraguayo”. Biblioteca Ayacucho. 25 de abril de 1978. Prólogo de Augusto Roa Bastos.
Rafael Barret. Cuentos Breves. Selección e Introducción Francisco Pérez Maricevich. Editorial El Lector.
Libro de Actas Juzgado de Paz Yabebyry Misiones. 1908, 1909, 1910.
Libro de Actas de la Parroquia de Yabebyry Misiones. 1909, 1910.
Otras fuentes:
Testimonio de Edelmiro Gutiérrez. Poblador de 84 años. Barrio Mcal. López Yabebyry.
Testimonio del Prof. Ignacio Brizuela. Poblador. Barrio San Francisco. Yabebyry.
Testimonio de Antonio Espinoza. Poblador. Barrio Cristo Rey. Guardia Cue.
Testimonio de Estefana Alvarez. Pobladora. Barrio Cristo Rey. Guardia Cue.
Testimonio de Raúl Fretes. Poblador. Barrio San Francisco. Guardia Cue.
Visita al lugar conocido como “Barret Cue”.
Visita al puerto de Guardia Cue.
Visita al camino vecinal que Rafael Barret ha transitado para su reingreso al país.




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