Bicentenario. La mejor alegoría en la fiesta de la tradición misionera.

                Indudablemente la mejor alegoría. Lejos. Los descendientes de Vicente Imas se pasaron en la XXXII edición de la Fiesta de la Tradición Misionera. Lo hicieron de forma maravillosa. Recordaron los doscientos años de nuestra patria. El Bicentenario fue el tema que eligieron y lo recrearon de la manera que todos los asistentes esperamos: en forma perfecta.

                Desde el primer jinete portando el cartel que indicaba la familia protagonista, seguido muy de cerca por otro que señalaba “Estampas de nuestra historia” y uno más atrás con “Paraguay Bicentenario”, el cuadro nos introducía a un viaje imaginario por los doscientos años de historia del Paraguay.

                El misionero Vicente Ignacio Iturbe, cuya memoria debe ser rescatada en debida forma, el oriundo de Santa María que estuvo en el momento del nacimiento de la patria, estampaba su figura caminando por el hermoso césped de la principal plaza de Santiago. Una pareja que simbolizaba al varón y la mujer paraguaya de la época, muy cerca del otro religioso también se acercaban al palco oficial.

                Gaspar Rodríguez de Francia montando en su caballo, tal como lo hacía en aquellas solitarias noches asuncenas, resguardando los intereses de la patria, también iba pasando. La soledad, su compañera inseparable de la época lo transportó a la tarde santiagueña donde emergieron los sentimientos encontrados hacia el “padre de la patria”.

                El “Aka Karaja”, con sus uniformes de honor. El regimiento de Caballería caracterizado por el casquete de forma cilíndrica, montados en briosos caballos también se unían a la fiesta.

                Dos carritos de la época, aquellos inmortalizados por el paraguayísimo “chulqui” acercaban a bellas damas de la época. Entre ellas, Juana Maria de Lara y Villanueva de Díaz de Bedoya. La mujer de la Revolución, al decir del prestigioso historiador compatriota Luís Verón. La misma que entregara el ramo de flores que inmortalizó los colores de la enseña patria. Todos los hombres de la independencia estuvieron representados en el brillante cuadro alegórico.

                Más atrás, Carlos Antonio López, el hombre que llevó al Paraguay por la senda del progreso en aquel tiempo. Ferrocarriles, rutas, escuelas, inmortalizan el nombre del hombre que paseó su estampa por la primera capital departamental de Misiones: Santiago. La ciudad donde hizo oficina Nolberto Ortellado, el primer delegado de gobierno que tuvo Misiones. En aquella época incluso se denominaba la zona Departamento de Santiago.

                Luego, dos jóvenes bellezas santiagueñas en un carro conducido por un joven de la época, es el presagio a los batallones de asalto de las fuerzas paraguayas en la Triple Alianza. Metros más atrás, Elisa Lynch acompaña a Panchito en el carro del cual observó como la muerte se apoderaba de los principales hombres de la patria en las serranías amambaienses de Cerro Corá.

                El Mariscal Francisco Solano López, también pasaba con su caballo. Al decir del presentador del evento Rafael Acosta, admirado y criticado. El hombre que dio su vida a cambio que su patria siga existiendo.

                El rumbo de la República siguió su destino. Así, las residentas, aquellas valientes mujeres que hicieron resurgir al Paraguay desde las cenizas también estuvieron. Luego, cuando el país, comenzaba a resurgir, vino la Guerra del Chaco. Los humildes soldados paraguayos que dieron todo sin pedir nada. Las enfermeras, los choferes, en fin. La línea de tiempo no pudo detenerse y ahí estuvo.

                El Paraguay siguió su rumbo. Finalmente cinco hermosas criaturas lanzaron dos bellas palomas que volaron en la inmensidad de la tarde santiagueña, simbolizando la libertad de una patria joven y consciente de su destino.

                Ahí estuvimos y es lo mejor que hemos visto. Felicitaciones.

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