Una noche excepcional donde Pilar recibió con los brazos abiertos a la obra "Los 200 misioneros ilustres del Bicentenario del Paraguay".

Aspecto de la presentación del libro "Los 200 misioneros ilustres del Bicentenario del Paraguay" anoche en el Aula Magna de la Universidad Nacional de Pilar con la brillante oratoria de Enrique Sánchez III, el presentador oficial del libro. En unos minutos vamos alzar en formato video lo vivido anoche en Pilar. Sensacional.
Fue una noche maravillosa. La pertinaz llovizna hizo que calme el frío en la histórica ciudad de Pilar y siendo las 19:00 hs. se inició el acto oficial de presentación de la obra "Los 200 misioneros ilustres del Bicentenario del Paraguay". El ambiente académico que rodeó al solemne acto y el lleno total del Aula Magna de la UNP completaron la escena inolvidable. 
Este es el texto completo de nuestro discurso de anoche:

La histórica ciudad de Pilar nos recibe en ésta noche excepcional de la mano de los ilustres que pasaron por el departamento de Misiones en estos dos siglos de existencia. Entre ellos, varios nacidos en los humedales del Ñeembucú, pero que encontraron en el octavo departamento el ambiente ideal para seguir construyendo la patria que soñaron nuestros héroes de la independencia.

Son verdaderos héroes civiles y uniformados, quienes construyeron la República desde su perspectiva histórica. Y lo hicieron partiendo desde nuestras humildes viviendas populares, vivieron en los mismos barrios que hoy habitamos, transitaron nuestras mismas calles algunas de ellas hoy inmortalizan sus nombres, respiraron el mismo aire que respiramos y pisaron éste mismo suelo que hoy ocupamos.

Ellos nos legaron esta sociedad que hoy tenemos. Ellos construyeron la República del Paraguay y no permitieron que éste territorio que hoy poseemos, desaparezca por las circunstancias que les cupo vivir.

Fueron ellos quienes con convicción pueden afirmar que sus pechos se erigieron en verdaderas murallas cuando fuerzas exógenas pretendían oprimir a su país. Fueron ellos, quienes levantaron sus voces de protesta cuando los propios gobernantes de turno, pretendían atentar contra sus ideales, sueños y esperanzas.

Por todo eso, estamos viviendo un acontecimiento histórico. La primera Universidad Pública del Paraguay profundo es testigo del nacimiento de una obra que se inspiró en las aulas universitarias.

Si. Porque a partir de la diaria dialéctica en las aulas de la carrera de Derecho, además del desarrollo de la malla curricular, la proyección intelectual de los temas que surgen en el sano debate académico, indefectiblemente nos orienta y proyecta hacia la sociedad. Es allí, donde ingresamos en el campo de la responsabilidad social de la Universidad frente a su historia, sus hombres y el país en que vivimos.

Ya en 1998, el sacerdote jesuita Gerardo Remolina Vargas afirmaba que la responsabilidad social de la Universidad es algo que pertenece a su misma naturaleza, en coincidencia con lo expuesto en Paris en octubre de ese mismo año, durante la “Declaración mundial sobre la Educación Superior en el Siglo XXI: Visión y Acción”, hecha por la Conferencia Mundial y promovida por la Unesco.

Es por ello, que hemos encontrado el sitio adecuado para proyectar este tipo de obras en la Universidad Nacional de Pilar, Facultad de Derecho, Sede San Ignacio. Porque aprendimos que debemos ser un factor de desarrollo, debemos tener una orientación crítica y luchar por la transformación de la sociedad en que vivimos”.

Proponemos y encontramos el eco, ya sea en la Coordinadora de nuestra sede, la Dirección Académica de la Facultad y en la persona del Decano, que la Universidad debe insertarse en la realidad social produciendo conocimientos relevantes, rescatando figuras ilustres como las doscientas que forman parte de la presente obra y con estrategias y alternativas para que de una manera seria y responsable se logre la transformación de la sociedad”

La Universidad es un bien social. Es decir, ella ha surgido y se explica en función de la sociedad. La Universidad es para ella y, en ese sentido, le pertenece: no es un bien privado sino social. En consecuencia, la Universidad no sólo debe actuar teniendo como meta el bien de la sociedad, sino que debe darle cuenta a ella de su gestión.

El conocimiento que se engendra en la Universidad debe conducir a la búsqueda de las mejores concepciones y medios para la realización del bien común. Su labor específica es el saber y desde él se debe prestar una contribución eficaz en el ordenamiento de la sociedad.

Toda labor académica de la Universidad tiene un contenido altamente social, por el cual busca formar hombres y mujeres integrales que presten un servicio profesional altamente cualificado a la sociedad.

Debemos formar “Hombres y mujeres para los demás” con sólidos criterios éticos y humanísticos de solidaridad y excelencia en el servicio. La investigación en la Universidad debe orientarse a desarrollar el conocimiento que permita una mejor y mayor calidad de vida. Y ello es altamente social. La Universidad no puede estar ajena a su entorno; debe no sólo situarse, sino orientarse hacia él. El poder que la Universidad debe ejercer en la sociedad es el poder del saber, del conocimiento. Esta es su contribución en el juego de poderes de la sociedad.

Debemos conocer la realidad en que vivimos, nuestros hombres y mujeres que han hecho patria, de manera a generar nuevos diagnósticos. Este conocimiento no puede ser un saber abstracto, sino concreto. Es desde esta perspectiva que en la Universidad debemos empeñarnos en repensar y fundamentar nuestro Proyecto de Sociedad, tal como lo pensaron varios de nuestros ilustres, incluso algunos altos exponentes del conocimiento universitario en algún pasaje de estos dos siglos de historia de la República.

Ellos sabían que el hombre, en cuanto ser responsable y libre, debía forjar con clarividencia planes y empeñarse seriamente en realizarlos. La Universidad, como centro del saber y productora de conocimiento, debe desarrollar su capacidad inventiva sobre todo en el campo de la sociedad.

Por ello, en coincidencia con varios de nuestros ilustres, afirmamos que no hay que tener miedo a las “utopías”; si bien ellas no existen en este momento en ningún lugar no significa que no puedan existir en algún momento de la historia. Hay utopías realizables, con tal que exista la voluntad de darles existencia. Al fin de cuentas, nuestros ilustres nos demuestran que sus utopías han llegado en varios casos a concretarse.

Finalmente, quiero referirme a la relación de la Universidad con la cultura. Ésta, que constituye el cultivo real, activo, racional y científico de la realidad social a través de valores, sentidos y símbolos, que apunta a la consolidación y fortalecimiento de las identidades personales y sociales.

Desde la Universidad, debemos apuntar al proyecto de una nueva cultura. La misma debe orientarse a construir condiciones de un país plural y abierto al mundo, a la diversidad en la globalización, al desarrollo sostenible y a la convivencia humana, libre y pacífica, manteniendo firme la propia identidad.

Esa misma identidad que hoy recobra su vigencia por el aporte de los hijos ilustres que el departamento de Misiones dio a la patria desde la perspectiva del sur del Paraguay. Fueron ellos, quienes desde el nacimiento de la República se empeñaron en convertirla en la rica y progresista nación que se proyecta hacia un destino común. Fueron ellos quienes nos mostraron el camino a seguir y nos señalaron la estación donde debe llegar nuestro tren imaginario. Fueron ellos, quienes desde los humedales del Ñeembucú, se jugaron la vida por la permanencia del Paraguay como Estado. Fueron ellos, quienes desde el anonimato hicieron historia. Nosotros hoy, solamente nos hemos abocado a rescatarlos del olvido, ponerlos en escena, valorar su legado e intentar emular sus buenos ejemplos. Solo así, podemos soñar que dentro de un siglo, otras generaciones se reúnan y festejen el Tercer Centenario de la República del Paraguay. Es nuestro deber, honor y desafío. Muchas gracias.

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