Hace cien años Maestro!!!!. Del Facebook de Andrés Colmán Gutiérrez.
Dice su biografía que Rafael Ángel Jorge Julián Barrett y Álvarez de Toledo nació en Toledo, España, el 7 de enero de 1876 y murió en Arcachón, Francia, el 17 de diciembre de 1910, este viernes hace justamente cien años.
Pero es una biografía equivocada, porque en verdad Rafael Barret nació de verdad en Paraguay, en 1904, a los 29 años de su edad, cuando pisó esta tierra y sintió que pertenecía a ella desde el principio de los tiempos. ("Paraguay mío, donde ha nacido mi hijo y han nacido mis sueños de libertad...").
Las autoridades de aquellos Gobiernos dictatoriales, contra quienes clavó su pluma "hasta el mango", lo expulsaron dos veces del país, llamándolo "extranjero". Justo a él, quien, como dice Eduardo Galeano, era "el más yuyo de esta tierra, el más miga de esta boca". Aunque pudo vivir aquí nada más que seis años, nadie como él supo llegar más hondo al drama social y cultural del Paraguay, escuchar y entender el grito ahogado en esos rostro cobrizos e inecrutables.
Supe que mi tierra era aun más mi tierra, el día en que leí "El dolor paraguayo" y "Lo que son los yerbales". Y junto al maestro Roa Bastos, aprendí a amar a ese apóstol de bella pluma e ideales incorruptibles que habitaba en las páginas de la magistral "Hijo de Hombre".
Han pasado cien años desede su fallecimiento... y recién ahora muchos paraguayos empezamos a conocerlo.
Es bueno que recordemos su ausencia física (ya que su obra iluminadora y el ejemplo de su vida están cada vez más presentes) leyendo este texto breve, escrito y publicado por Barret en 1907.
* * *
¡NO MINTAIS...! / Rafael Barret
Si vivís en la ciudad donde los hombres con zapatos de charol y cuellos planchados manejan el dinero de las aduanas, no digáis que los que andan descalzos y medio desnudos son felices, porque no lo son.
Si habitáis en casas de ladrillo y de piedra, con vidrios en las ventanas y puertas que juntan, no digáis que están contentos los pobres en sus escondrijos de barro, porque no lo están.
Si coméis pan blando, carne bien guisada, y bebéis vino perfumado, no entonéis himnos de alabanza al inmundo locro de los ranchos, porque mentís.
No mintáis, graves doctores, hermanos míos. Coméis y vivís excelentemente; se os saluda con todo respeto; vuestras mujeres contemplan sobrecogidas vuestros diplomas de marco de oro; vuestros hijos, hasta cierta edad, os tienen por sabios, y cuando calláis, se os escucha con la misma devoción que cuando hablaís. ¿No os basta eso? ¿Por qué habláis de “pueblo”? Hablad de vuestros honorarios, de vuestros expedientes, de vuestros informes sesudos, de folletitos académicos que os regaláis llamándoos ilustres, insignes y salvadores de la patria. Hablad de vuestros pleitos. Hablad de política. No habléis de pueblo. No.
Pero si queréis ver a ese pueblo, cara a cara, si queréis tocar y oler esa carne que suda y sufre, no tenéis necesidad , no, de que yo os lleve a las soledades de Yabebyry. Id a vuestra cocina, oh doctores, y allí encontraréis alguna que os lava platos y lame vuestras sobras. Preguntadla cómo se alimenta “el pueblo soberano” y cómo vive. Preguntadla por la salud de sus hijos, y si sus hijos pueden contestar, preguntadles quién fue su padre.
No, hermanos escribas. Acaso entendáis de finanzas. Acaso el presupuesto no tenga misterios para vosotros. Pero no entendéis de pueblos. No mintáis de pueblos. No mintáis de lo que no entendéis. No mintáis.
Mientras el dolor no os abrace las entrañas, mientras un día de hambre y abandono - siquiera un día - no os haya devuelto a la vasta humanidad, no la comprenderéis. Creeréis “frasecitas de afecto”, las que se escribieron llorando. Sois incapaces ya de distinguir la verdad de la mentira, los que aman vuestro país de los que le sacan el jugo. Callaos, pues, única manera de que no mintáis. Esperad en silencio que el sagrado dolor os abra los ojos.
Y dejadnos hablar a los que sufrimos, a los enfermos, sí, a los que hemos conocido el hospital y la cárcel. Pero no escribo para vosotros, sino para aquellos de mis dolientes hermanos paraguayos que han aprendido a leer.
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- Freddy Valenzuela Y que puedo comentar o decir sobre tan certeras palabras, a mas de 100 años de haberse escrito esto, no a perdido el mínimo de vigencia y acierto.Hace 18 horas · · 2 personasCargando...
- Marlene Sosa Lugo REDESCUBRIR A BARRET, ES MIRAR EL PARAGUAY PROFUNDO. ES EL REFLEJO NUESTRO EN UN ESPEJO. QUE PLUMA!!!Hace 17 horas ·
- Camilo Cantero Maestro: un siglo ha pasado, fueron cien años y tus enseñanzas siguen tan vivas que nunca!!!.Hace 14 horas · · 1 personaCargando...
- Javier Fernandez“Primer problema: el hambre. ¿Creéis que no hay hambre en el Paraguay? Hambre aguda como en las calles de Berlín o de Londres, quizás no. No estamos aún bastante civilizados como para eso. Pero, hambre crónica y alimentación insuficiente, ¿...qué duda cabe? Los paraguayos no comen lo indispensable. Se puede asegurar que en estos momentos de miseria nacional las cuatro quintas partes de la población se nutre de frutos silvestres. Hasta qué extremo habrá llegado este mal que todo el mundo oye tranquilamente esta frase, “se mantiene de naranjas”. ¡Naranjas! Es decir, agua con unos centésimos de azúcar. Los campesinos se llenan el vientre de agua y de gachas. Tienen a su favor un elemento positivo: el aire puro que les llena la sangre. ¡Esta gente no trabaja, no produce!, gritan los patrones defraudados. ¡Lo que ocurre es que hace muchos años que no comen!”Ver másHace 6 horas ·
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