EL PARAGUAYO, ANTE EL BICENTENARIO. Un ser virtuoso, pero con defectos a superar . ABC Color de hoy.

Valores morales como la hospitalidad, la solidaridad, laboriosidad y honestidad resaltan la personalidad del paraguayo. El machismo, conformismo, su incapacidad al diálogo y el “vaivai” son, en cambio, algunos de sus defectos. En esta entrega, el padre Zacarías Martínez, párroco de Luque, observador de nuestra cultura, sostiene que el protagonista de este Bicentenario tiene virtudes, pero al mismo tiempo debe superar antivalores para ser una persona comprometida con su futuro. Por Anibal Modesto Velázquez
El paraguayo, según Martínez, procede de tres raíces:  Indígena, español y  las migraciones. Ese ser tiene varias virtudes, así como defectos.

La hospitalidad es una  de sus virtudes, a pesar de que la misma está siendo robada por la inseguridad, destacó. Actualmente hay miedo para recibir a las personas. El paraguayo hasta era capaz de cederte su cama y dormir en el suelo. “Somos muy afectuosos. La gente recuerda muy bien al compatriota; los extranjeros por ejemplo piden volver al Paraguay, porque se sienten muy acogidos por el calor humano”, expresa.
   
Otra característica que lo identifica es su capacidad de sufrir. Se queja poco del sufrimiento. Los empresarios extranjeros valoran mucho esa entrega y hasta el sufrimiento que soporta. Es callado. Cuando uno le pregunta cómo está, aunque esté muy mal, te dice “iporã” (bien).
   
Conformista y poco ahorrativo
Cuando tiene en su poder el dinero, tiene dos aspectos que resaltan: es conformista y no duda en decirte “añeconforma la arekomíare” (me conformo con lo que tengo), “soy campesino ryguatã” (satisfecho). El otro factor que le caracteriza es que cuando cobra o vende el fruto de su trabajo, compra todo lo que encuentra. Es decir, lo que juntó o recibió, gasta; compra una cantidad de chucherías y baratijas, y a pocos días se queda hasta debiendo al proveedor; inclusive ya empeña la ganancia de su próxima zafra. “El paraguayo no es ahorrativo. No están en su entender la superación permanente, el dar un paso cada día para mejorar”, sostiene.   

Otro rasgo que señala el padre Martínez y que caracteriza al compatriota común  es su falta de definición. Uno le pregunta si va a venir a un encuentro o reunión y te responde: “voy a ver”. No te dice sí ni no. El que te dice “voy a ver” es porque no va a venir.   

Pendular
A su criterio, es igualmente pendular. Aquí en Paraguay te puede tirar la basura en cualquier parte, violar las leyes del tránsito, ensuciar las carreteras, pero al pasar la frontera y entra a la Argentina o  Brasil, es respetuoso del ambiente, de las leyes del tránsito; cuida la ecología: es una persona totalmente diferente. Retorna al país y vuelve a hacer la misma cosa.  A estas actitudes llama pendular.
   
Otra de sus características es su projimidad. Sabe ver la necesidad del otro. Es además muy solidario con el enfermo. No duda en organizar al vecindario para pedir colaboración. Arma torneos de fútbol, vóley o cualquier cosa para ayudar. Antiguamente, cargaba en una bolsa y llevaba huevos, leche, mandioca, queso u otros productos al enfermo.  No es tacaño ante la necesidad ajena y sobre todo con quien está en cama.
   
Valorado en el exterior.


Es igualmente honesto y esta virtud es muy valorada en el exterior. En la Argentina, el obrero paraguayo es bien calificado por su laboriosidad y honestidad.   

En lo religioso, se presenta como muy religioso, con una gran capacidad de admiración. No suele frecuentar las celebraciones, pero él es 100% católico. Se maravilla de la persona que sabe hablar. Está allí admirando y dice “oñe’êkuaaite piko péva” (cómo sabe hablar esa persona). Sin embargo se le pregunta qué dijo, de qué habló y no se recuerda de nada. Valora al que sabe hablar, por eso un político verborrágico le impacta y no duda en decir: “este es mi candidato”.   

Recordó que antes, cuando no existían los equipos de sonido, en las fiestas patronales se invitaba a los sacerdotes que sabían hablar y con voz potente para que la gente se concentre en la celebración. De ahí también viene la admiración por la persona que sabe hablar y con voz potente.   

Religioso de ocasión.
En otro momento se refirió a su piedad popular que legó de los franciscanos, porque de los jesuitas más bien resaltaron los grandes edificios. Se destacaron en el arte, en la pintura, en la cultura, pero de eso muy poco quedó en el paraguayo, no así la piedad popular para los acontecimientos religiosos importantes. Las peregrinaciones, los estacioneros, la fiesta de los santos patronos son herencia franciscana y que gustan al compatriota.
   
 Otro rasgo que ve en el paraguayo es que es una persona muy callada. No es de dialogar. Los argentinos discuten y discuten y luego todo termina. Salen de los encuentros dialogando, pero el paraguayo discute y, si no termina en moquete, ya no habla más con quien discutió. Es decir, no es de mucho debatir. Es de poco hablar y cuando las cosas no funcionan lo arregla a los puños. “Mba’e piko péa; mba’e piko la re’uséva” (Qué pasa, qué querés) y ya se remanga para decidir el problema como él piensa.
   
Es igualmente dependiente de un “cacique”, asegura Martínez. Espera que uno ordene y marque el rumbo, y si no ocurre eso, se muestra indiferente. Esto es porque muchos nacieron y crecieron bajo regímenes que no daban oportunidad para el desarrollo humano. Entonces, cuando no ve esta situación, añora al jefe que sabía imponer su criterio.
   
Aborrece las reuniones
Otra característica del paraguayo es que no quiere participar de las reuniones, quiere delegar esa responsabilidad a la mujer. Es matriarcal en ese sentido. Cree que ella debe asistir a las reuniones religiosas, en las escuelas o colegios. Esta situación hasta se justifica porque quedó en la conciencia de las mujeres  llevar adelante el hogar porque luego de las guerras fueron ellas las que  levantaron el país y participaban de todos los encuentros. Hoy mismo, hay mujeres separadas y madres solteras que sacan a flote a una familia.
 
En contrapartida, según Martínez, debe desechar el machismo. Pero para la gente del común, es la mujer quien crea esa conciencia, aunque haya razones históricas, consecuencias de la guerra. La mujer trata de otra forma al hijo varón: le dice mi rey,  no le permite que limpie su ropa, que cocine;  le reserva un trato privilegiado, entonces hace crecer la conciencia del machismo.   

No obstante, nadie duda del protagonismo de la mujer en la historia del país. Según el religioso, ante la población disminuida luego de las guerras, había dos alternativas: O desaparece la Nación o se revitaliza la República, y las mujeres repoblaron el país. Bernardino Caballero tuvo numerosos hijos, “pero parece que hoy algunos políticos quieren seguir con esa costumbre”.   

A superar
Para Martínez, estos defectos debemos superar, y la Iglesia debe ayudar a través de la evangelización. “Yo suelo decir, cuando un joven hace un desastre: pobrecito, no tiene papá, porque es él quien debe transmitir respeto y poner orden en el hogar”, apunta.   

La cultura del “vaivai” (mal que mal), que no se sabe de dónde vino, es a su entender otro defecto del paraguayo y algunos dicen: “vaivai suerterã” (mal que mal, da suerte). Hace la cosa sin la perfección, pero esta situación cambia cuando es controlada de cerca.   

El paraguayo ideal.
De la autoridad, desea que tenga la capacidad de reunir y diseñar un proyecto país o comunal a corto, mediano y largo plazo. Las cosas que urgen debe arreglar ahora; ver cuáles necesitan proceso, y, en base al diálogo, emprender las obras. Debe tener también firmeza para no ser manejado por otros.
   
Mirando el futuro, el religioso propone preguntarse: ¿de qué esclavitud podemos  liberarnos?. “Hoy no tenemos un gobierno que oprime, por eso es interesante hacernos entre todos esa pregunta para luchar por una liberación, no ya de un país, sino de estructuras, procesos y actitudes que no responden a los ideales del país que queremos.

1- De la mujer, destaca su  gran capacidad de entrega al hijo. Su amor es incomparable. Dedica gran parte de su tiempo al cuidado del ser que trajo al mundo.

2- En lo político, el paraguayo  tiene una conciencia infantil. Todavía vota por el color, el caudillo, la tradición. No tiene una conciencia ciudadana capaz de elegir.

3-  Martínez aspira a un nuevo paraguayo que reconquiste la  honestidad, la solidaridad  y deseche la trampa. También  debe  tender hacia una economía solidaria.

17 de Febrero de 2011 00:00

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