El mejor requintista que tuvo Misiones en toda su historia: Ever Darío Soto.

Ever Darío Soto. Atrás su impulsor William Pérez.
Ever Darío Soto. (Ever Darío Caballero Azcona) San Juan Bautista. “El prodigio misionero”. Requintista. Existen nombres que por su corto paso por el departamento dejaron huellas imborrables en cada uno de los espacios sociales al que le cupo actuar. Uno de ellos indudablemente es Ever Darío Soto. El joven requintista nacido en la capital departamental en el año 1989 y fallecido trágicamente en el lugar conocido como “Trecho Pukú”, km. 208 de la Ruta 1,  en las cercanías del II Cuerpo de Ejército entre San Ignacio y San Juan el domingo 5 de abril de 2009.
Brillante requintista, indudablemente el mejor que tuvo Misiones en sus cuatro siglos de existencia. Joven, dinámico, de sonrisa afable, Ever Darío cautivó a todos quienes tuvimos el honor de formar parte del auditorio al cual se dirigía. Es por ello, que difícilmente con las frías letras de una biografía podamos transmitir con la real dimensión que merece el significado del mismo en el Paraguay cercano al Bicentenario que lo vio partir.
Es por ello, que Marissa Villalba escribía sobre él en ABC Color: “Ni bombos ni platillos, lo que a este joven le fascina es expresar la música a través del requinto, que además de ser su mayor pasión es una herencia paternal”.
En la misma entrevista, nuestro ilustre de la fecha comentaba que comenzó desde muy
Chico por influencia familiar, ya que le incentivaron desde pequeño a hacer lo que más le gustaba que era la música.
La prensa especializada no dudó en calificarlo como “El prodigio misionero”, debido a su corta edad y la calidad con que manejaba el requinto. Afirmaba que “el requintista se nace y no se hace”, al intentar explicar su talento innato.
Declarado admirador de Juan Cancio Barreto, al que calificaba de su espejo, afirmando que le encantaba su estilo musical y siempre mostrándose muy agradecido por su apoyo. Indudablemente cuando partió a la eternidad, Soto estaba quizás en el mismo nivel de Juan Cancio, pero con la humildad que caracteriza a los grandes, siempre se mostró muy respetuoso y afectuoso hacia el que consideraba un maestro del requinto en Paraguay.
Su tempranera muerte, causó gran conmoción y pesar causó en el país. Tenía 20 años y venía recuperándose de un accidente anterior. Su domicilio en el Barrio General Díaz de la capital departamental se llenó de admiradores de todos los rincones del país. Como todo ilustre, luego fue llevado hasta la Gobernación de Misiones y finalmente en la Catedral.
Desde el arte, Ever Darío Soto, recorrió el Paraguay, actuó en todos los festivales más importantes de la República, fue admirado por todos los programas folclóricos de medios radiales y televisivos del país donde fue invitado. Grabó varios discos y desde su brillante carrera fue considerado el símbolo de Misiones en todos los rincones de la patria. Fue un verdadero embajador de la cultura y del arte de Misiones en la Patria.
Su “espejo”, Juan Cancio Barreto acongojado por la muerte de quien posiblemente se perfilaba como su sucesor decía: “A Ever lo conocí cuando era apenas una criatura. Desde muy pequeño comenzó a rasguear la guitarra con maestría. Más que una promesa, a pesar de sus cortos 20 años, ya era una realidad como requintista. Además, como persona era excelente. Es una gran pérdida para el requintismo; me embarga una gran tristeza. Todos los que conocimos a Ever estamos shockeados por el accidente que le segó la vida".
Por haber hecho patria desde el requinto, por presentarse siempre como oriundo del departamento de Misiones, por haber sido un genio y como genio haber partido tan tempraneramente habiendo contribuido desde la cultura con la Patria, Ever Darío Soto también ocupa un legítimo espacio entre nuestros 200 ilustres de Misiones.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Delfín Chamorro, el hombre que desde la docencia en Misiones conquistó América. Un grande como Andrés Bello.

Alíder Vera Guillén, el poeta ignaciano que cantó a su pueblo y a su patria. Nuestro ilustre número 34.

A un siglo del último duelo a muerte en San Ignacio Guazú Misiones.