Paí Joaquín Vericat, el jesuita que reconstruyó la historia de su orden en Misiones.
93- Padre Joaquín Vericat. Sj. San Ignacio. “El religioso que reató el hilo de la historia”. La historia de Misiones se enmarca en la experiencia de las Reducciones Jesuíticas. Es indudable que ello nos dio identidad como pueblo y región a éste retazo del territorio paraguayo. Nos llamamos “Misiones” por las “Misiones Jesuíticas” que desde 1609 se iniciaron por estos lares. Pero la expulsión de los religiosos de esa orden en 1767 produjo una pausa en la tarea pastoral de la orden, hasta que en 1933 volvieron a su antiguo lar quienes desde la fe iniciaron la transformación de éste pueblo.
Las circunstancias hicieron que fuera él. Justamente nuestro ilustre de la fecha. El padre Joaquín Vericat quien un 15 de octubre de 1933 volvió a pisar tierra ignaciana, que 166 años atrás vio partir al último contingente jesuita, víctima de la intolerancia religiosa de esa etapa superada de la historia de la humanidad.
La presencia de Vericat no pasó desapercibida. Como hombre de fe, imprimió un dinamismo inusual al crecimiento de la parroquia. Formó la comisión de terminación del templo, organizó el consejo parroquial, instaló una baldosería y formó profesionales.
Cuenta Jorge del Puerto en su libro “Vivos para Siempre” que fue el gestor para la recuperación de la vieja casona jesuítica que fuera ocupada por una guarnición militar y abandonada posteriormente. La convirtió en depósito de las imágenes que consiguió rescatar de los domicilios particulares. Las mismas que hoy forman parte del Museo Jesuítico.
Impulsor de la venida de las Hermanas Vicentinas de Zagreb. Construyó oratorios en San Juan Potrero, Potrero Poí zona de Santa Rosa y Curupayty Santa María. Fundó la Escuela Parroquial “San Luís Gonzaga”. Adquirió la finca conocida como San Joaquín y la destinó a Casa de Retiros Espirituales. En 1936 asesoró para la formación del Hospital y la venida de la sucursal del Banco Agrícola.
Entre las incansables labores desplegadas, la misma fuente señala que fue el partícipe de las gestiones para que el entroncamiento de la Ruta IV parta desde nuestra ciudad, argumentando su céntrica ubicación geográfica y el potencial agrícola, ganadero y comercial que como visionario que era presagiaba.
Con el transporte de la época, el sulky, recorrió la mayoría de los distritos de Misiones y los ñeembuqueños Laureles y Cerrito.
Fue el impulsor de una tradición que se inició en la época de las Reducciones Jesuíticas y siguió hasta la presencia del Paí Jesús en San Ignacio: la práctica del balompié en la plazoleta de la Iglesia local.
Se lo considera el pulmotor del renacimiento de San Ignacio Guazú. Pasó un tiempo como sacerdote de Santiago Misiones. Luego de 25 años de labor en el Paraguay, falleció el 3 de marzo de 1959.
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